Viernes de madrugada. Acabo de morir. Me levanté de sopetón de la cama, con sed y ganas de mear. Acabo de morir. Unas horitas después de publicar el newsletter. Qué muerte boluda. Indigna casi, morí a los pies de la cama, de rodillas al suelo. No llegué ni siquiera a subir, como para ahorrar trabajo a la gente. Seguro ahora me estén levantando entre tres o cuatro, puteándome en lo bajo, hablando del peso muerto, de mi altura, de que trabajan un sábado. Siempre odié ser una tarea postmorten. Y ahora estoy acá de rodillas en el suelo, al costado de la cama, de mi lado, con la cara, el torso y los brazos arriba de la sábana, que quedó abierta cuando salí.
Me desperté con mucha sed y ganas de mear. Fue como un espasmo. Como si me arrancaran del dormir. De sopetón y en un movimiento que consistió en sacar la pierna derecha al costado de la cama para apoyarla en el suelo, me levanté y salí caminando rápido al baño. Ya meando sentí en el cuello que venía el mareo. Ahí dije, la puta madre. Ya me había pasado otras veces, salir rápido caminando. Esta vez igual, aunque más viejo. Se me empezó a bajar la presión durante. Tenía que terminar de mear. Una mano en la pared para aguantar. Transpiración. Corta el chorro. Tiro cadena. Lavo las manos. Todo tenía que quedar bien. Rajo para la cama, otra vez rápido, otro error, y al salir del baño siento el tiro en el corazón, que dice basta, y me desplomo, quiero llegar a la cama, acostarme, taparme y que todo pase. Que amanezca. Y desayunar unos mates escuchando la radio. Y después hacer algo. No quiero morir así. No quiero. Me voy a perder el fin de semana. Un asado, una caminata. Me voy a perder la vida. El camino se me hace eterno y triste. Voy de rodillas, con los brazos en el piso, en cuatro patas. Ya estoy triste, porque voy a morir, y es irremediable. Me desperté y salí rajando. Si al menos hubiese meado bien antes de dormir, si hubiese tomado menos agua a la noche, si me hubiese quedado cinco segundos sentado, nada más. Qué caro se pagan ciertos errores a esta edad. Qué macana. Qué macana me mandé.