Afuera de mi propia casa
Puse la llave, sentí algo raro, pero igual hice fuerza, giró media vuelta y...
Me quedé afuera de mi propia casa. No sé cómo pasó en el momento. Lo supe después, como todo. En el momento no se sabe nada. Puse la llave, sentí algo raro, pero igual hice fuerza, giró media vuelta y se trabó. Probé para un lado y para el otro. No movía. Primera señal de alarma. Palpé el cabo de la llave puesta y el de la otra llave no puesta (les hice unas ranuritas a una para diferenciarlas). Segunda señal de alarma. La que estaba en la cerradura no era la llave correcta. Era la de atrás. Cagué fuego. Afuera de mi propia casa.
Escena 1
Todo comenzó yendo a lo de los rusos, unos vecinos. Fui para que me dieran unas semillas de pasto para sembrar adelante y en un cantero. Después de la nieve, subió la máxima y está lindo para andar haciendo cosas afuera. El ruso agarró la bolsa, un tarrito y le empezó a dar. Meta y ponga en la charla. “Tomá”, me dice. Llenó una bolsa como para sembrar adelante, atrás, al costado, arriba y abajo. Como si fueran tres kilos de yerba. Cuando salí, ya de noche, Magdalena no estaba. Me había olvidado totalmente de ella. Le había cerrado la tranquera en la cara, para que no pasara y busque roña a los gatos. Cuestión que no estaba a la salida. Señal de alarma. Se aburrió y se pasó al campo a correr las vacas, pensé, que en esta época del año pastan en el potrero pegado al barrio y son su novedad. Fui masticando esa idea hasta casa, con la bolsa de semillas a cuestas.
Escena 2
A 50 metros la veo a la Magda debajo del alero. Aburrida, “ma sí”, habrá dicho, “me vuelvo pa las casas”. Me van llegando mensajes de una persona para arreglar una comilona el sábado. No pueden esperar esos mensajes de comida, así que contesto con audios. En una mano el celular y en la otra la bolsa de semillas. El cerebro y cuerpo en varias cosas, con criterios de jerarquización defectuosos. Estoy frente a la puerta. Dejo la bolsa en el banco, saco llaves del bolsillo y pongo una en la cerradura mientras envío un segundo mensaje, y ahí sucede.
Escena 3
Se traba. El tiempo se traba. La llave se traba. No puedo sacarla. Estoy afuera, atrapado en libertad. La persona con quien vivo está a casi dos mil kilómetros de distancia. Estoy afuera. Magdalena se hace la sota, se acerca al alambrado y ahí sucede. Sale a correr las vacas, con bronca, con frenesí, con voracidad de lobo. La envidio. Escucho los galopes y los mugidos y ladridos. No veo nada, solo unos metros campo adentro. Sigo la secuencia a lo murciélago, con los oídos, que mueven mi cabeza y mis ojos hacia el manto negruzco. Oscuridad sonora. Le grito pero no vuelve, igual que la llave, que está ensañada en la cerradura incorrecta. No sale. Ni para un lado ni para el otro. Me le afirmo para girarla pero no puedo agarrarla bien. Busco un hierro para apalancar, uno que hay ahí tirado desde siempre, con el que revuelvo la pintura. Hay que quemar las naves. Lo meto en el cabezal o como se llame de la llave. Le hago palanca y ahí sucede. La parto, parto la llave. Todo ha terminado.
Escena 4
Estoy afuera de mi casa, de nuestra casa, de nuestra propia casa. Quedamos afuera. Alguien cerró la puerta y partió la llave. No podemos entrar. Adentro se escuchan ruidos, la están rompiendo. Están royendo los muebles, saltando arriba de los sillones. Abren la heladera y se comen lo poco que hay. Los dejamos entrar y nos quedamos afuera de nuestra casa. Parias en patria propia. Perciben que tienen poco tiempo. Los veo desde la raja que está al lado de la puerta. La ñata contra el vidrio. Van y vienen, se me cagan de la risa. Abren las latas de arvejas y se las vuelcan en la boca. No tienen hambre, solo lo hacen para refregármelo en la cara, por odio nomás. Canillas abiertas, luces prendidas, calefactores al palo. Cuánto son. Quién será el cerrajero. Quiénes haremos de cerrajeros para abrir la puerta y reapropiarnos de nuestra casa común y volverla a habitar y que tenga nuestros aromas, nuestras pisadas en las baldosas, nuestros quilombos en pos de mejorarla, de pasarle el trapo, limpiar el inodoro, hacer una comida, cambiar las sábanas. Eso que hace a una casa. Qué macana.
Escena 5
La persona con quien me mensajeaba me pasa el contacto de un cerrajero. Ángel, se llama el cerrajero. Está en camino.
Llega el cerrajero. La puerta se abre. Estamos adentro con la Magda que también volvió. Adentro Ángel también. Las vacas se acercan al alambrado, comprendiendo a la perra, que ya no las correrá. Todos se van arrimando, están volviendo, de a poco. Mañana seremos todos nuevamente aquí. Nuestra casa es nuestra otra vez.