Armas solitarias
Anochecía y no tenía qué hacer. Vi mi casa y la persona a mi lado. Las detestaba, sólo me eran útiles. Hice cálculos de cuánto dinero tenía, como todos los días. Fui al patio al escuchar un ruido y vi la bolsa de basura que había tirado al vecino una semana atrás. Había tardado ese tiempo en dar la vuelta a la manzana. Tomé el revólver. Quería matar a alguien. Afuera ya estaba oscureciendo sin la ayuda del alumbrado público que había empezado a desmantelarse. Esa idea vieja. Ahora se andaba con una linterna, en la mano o con vincha en la cabeza. También se podía contratar a alguien para que alumbrara. Como un farolero móvil. Ese día le pagué a uno por una aplicación. Salí a caminar por ahí. Lo hice medio al azar. A medida que avanzaba la noche más se dibujaba en mi mente la imagen de la persona objetivo de mi deseo, hasta que se fue haciendo concreta. Una persona específica. Ya sabía a quién iba a matar.
No me gusta llevar el revólver en el bolsillo o en la cintura, es incómodo. Lo engancho con el dedo en el guardamonte y lo llevo colgando, con el brazo estirado. A veces lo hago girar.
Anduve un par de cuadras hasta llegar a las inmediaciones donde suele estar esta persona. Los pocos vecinos que me vieron me saludaron. Una sorpresa sobre una vereda. Frené. Di una señal al iluminador para que siga un par de pasos hasta el lugar. Se quedó mirando la cosa. Me acerqué. Alguien se me había adelantado al objeto del deseo de ese día. El tipo estaba ahí tirado, rematado varias veces. Uno en la cabeza y varios en la espalda. Su alrededor estaba relativamente limpio. Los barredores contratados por un vecino habían limpiado la vereda y el viejo cordón cuneta. Bronca en mí. Le descargué un par de tiros más. Junté las vainas, alguien querría comprarlas.
Unos niños jugaban en la calle con sus linternas. Una tipa repartía cosas a domicilio. Un señor regaba el pasto que salía entre las baldosas. Desde una ventana me miraba un muchacho. Grité si sabían quién había sido el vivo. Sin dejar de hacer sus cosas, tiraron algunos nombres, pero no les creí. No se puede confiar en esa gente.