Como borrones, así veloces...
La realidad me aparece densamente veloz y violenta. O la violencia se presenta en forma de densidad, de velocidad. Son tantas cosas que no puedo procesarlas. La batalla la pierdo, me están ganando. Ante esto, lo poco que puedo dar es una escritura que pueda a la vez ser remanso y a la vez propulsora, manso objetivo difícil de lograr. Y lo mismo para una potencial lectura. Mediaciones, de un tipo particular. Las que amparan, cuidan, acompañan, forman y aúnan, esas mediaciones están siendo torpedeadas. Son el objetivo a desbaratar, a desguazar. Qué raro me siento, conservador ante un ataque reaccionario. Otra derrota.
Ahora presento dos textos: uno emerge como residuo o como un brote diferido de un libro que edité en 2011 (Unas pocas de tantas. Postales florenses). Hay más textos de esa condición que quizá les comparta. El otro, según mi visión, tiene aspiración fatalista y futurista, apuesta perdida, con suerte contraria a mis deseos en ambas condiciones. Lo fatal ya toma forma y el futuro se trastoca en presente.
Concretamente, tiro al aire mi mano y si agarro otra mano al pasar, bienvenida sea.
Lo que vemos
La velocidad es relativa. La velocidad y la complejidad son relativas. Y lo que vemos depende de nuestra postura relativa.
De pronto, por televisión, una carrera de bici en los juegos olímpicos. Una de velocidad que se corren en los óvalos. Iban rápido, muy rápido, a una velocidad dura. Y mantenían perfectamente la dirección, el equilibrio para las curvas, las distancias entre su rueda delantera y la trasera del rival. Todo muy complejo.
La carrera se hizo larga y apagué la tele, me levanté y me fui a la vereda, y ahí fue cuando pensé que la velocidad era relativa y la complejidad también y lo que veía también. Me senté en el cantero y vi pasar un viejo en bicicleta. Decir pasar es casi una exageración. El paisano iba tan despacio que más que pasar en bicicleta se quedaba en bicicleta, más que andar, estaba en bicicleta. Qué velocidad llevaba, qué complejidad. Una lentitud asombrosa. Cada pedaleo era una eternidad. Las cubiertas apenas hacían ruido. Los bichos en la calle lo esquivaban. Y el tipo apenas miraba para adelante, derivaba su vista hacia los costados, arriba, abajo, la posaba en un árbol, en sus detalles, en un pajarito parado en un cable, en mí. Y la bici iba, o pasaba casi estando. Los verbos eran relativos. Y este señor no era un iluminado entre millones, un virtuoso exclusivo fuera de categoría, era uno más, de esos y esas había cientos. Viejas y viejos, paisanos y paisanas que se los ve pasar lentamente en sus bicicletas, a una velocidad que hace dudar. La disfrutan. Van lento para no llegar, porque no quieren bajar. Casi no se mueven y aun así mantienen el equilibrio. Su andar y su ritmo son un desafío, un acto de rebeldía a todo este sistema de vida que pone a la velocidad como algo virtuoso, necesario, como algo a desear y lograr. La rapidez es un bien que cotiza alto. Es vendible. Autos rápidos, bicis y motos rápidas, celulares y computadoras, flujo de dinero rápido, compra y venta rápida, todo rápido, como característica esencial del modo de vida mercantil. Y la rapidez es fácil, está hoy al alcance de la mano. Y estos ciclistas, no. Van despacito, faltándoles el respeto a los fabricantes de bicis, burlándose de los frenos y de la ley de gravedad, riéndose socarronamente de los corredores de bolsa y financiatas, de los fabricantes de tecnología informática, de los homo amarok que pasan a sus costados tirándoles finos a toda velocidad.
La última dimensión
En un futuro cercano una nueva categoría de poder monopoliza el entretenimiento y la diversión. La vida de las personas está totalmente monitorizada y se pena con cárcel, trabajo forzado o millonarias multas divertirse o entretenerse por fuera de los sistemas diseñados para tal fin. Ya no nos es posible hacer chistes, contar una anécdota graciosa, jugar al fútbol en la calle, andar en bicicleta, patear una piedrita, saltar la cuerda, jugar a la escondida. La diversión y el esparcimiento como dimensiones de la vida están taxativamente compartimentadas y para acceder a ellas es necesario abonarse a los servicios de diversión y ocio. El resto es trabajar y satisfacer las necesidades básicas. En un futuro cercano hemos entregado la última dimensión.
Te comparto un poco de música de una persona de la vida. Una canción, para empujar hacia aquello que queremos.
Acaba de editar un disco.