Edades y autoridades
Suelo programar estas entregas con cierta antelación. Pero en el transcurrir de la semana participo de reuniones y me suceden cosas que me disparan pensamientos que vengo rumiando y que adoptan su categoría de expulsables. Entonces desprogramo entregas y meto estas bocanadas como cuñas, más por mi salud mental que por su porte intelectual.
Bueno, no se ilusionen por lo que sigue.
Como un girasol
Canteli, el director de la escuela técnica de Las Flores. La ETI, allí la secundaria, con doble turno. Pasábamos buen tiempo de nuestros días allí. A la mañana las materias tradicionales, hasta las 12. Nos íbamos a almorzar y 13.30 otra vez. A la tarde los talleres y materias afines. Y había que pasarla bien porque sino se hacía muy largo. Pero no, se hacía corto. Se hizo corto.
Canteli, como director y como docente de Matemáticas, fue quien me enseñó que la autoridad se construye y la negociación y el compromiso es parte fundamental de esa construcción. Una situación concreta. Último año en la escuela. Éramos como 30 muchachitos en un aula y todos queríamos comer pipas y queríamos hacerlo en hora de clases y no queríamos usar un tarrito para tirar las cáscaras, sino que las queríamos escupir al piso. Era mucho trabajo depositar cada cáscara en un tarrito. La adolescencia y la pesadumbre de lo banal. Armamos reunión con él, lo pensó y accedió con la condición de que al terminar cada hora barriéramos el aula sin que quedara una sola cáscara. Estábamos acostumbrados a barrer, era una tarea ineludible en las horas de taller. Pobre Canteli, desearía nuestro egreso pronto. Habrá tenido que hablar con todos nuestros docentes y hacerles entender la nueva situación: los chicos van a comer pipas en tu clase y van a tirar las cáscaras al piso, pero tienen que barrer sí o sí. Los teníamos cansados a todos. Desearían nuestro egreso pronto. El acuerdo se hizo, comimos pipas y religiosamente barrimos el aula hasta el último día de nuestra vida en la escuela.
La autoridad está en crisis, dicen. Ya nadie respeta la autoridad, plantean. Lo que está en crisis es una forma de autoridad, la autoritaria, la que responde a un tipo de organización social y a modelos de instituciones que ya no responden a lo que necesitamos.
Lo queríamos tanto a Canteli. Construyó su autoridad pacientemente, sin demagogia, con una forma de vincularse pausada, fraternal, democrática, haciéndonos querer mucho a la escuela y a todo lo que nos rodeaba.
Vinagres
Escribo desde una edad considerada adulta. Y leo desde esa misma edad. Y leo artículos y escucho entrevistas donde los adultos hablamos de los jóvenes y adolescentes y los catalogamos, los caracterizamos, decimos qué piensan, qué desean y sobre todo cómo actúan, o cómo no actúan y qué no hacen. Siempre en relación a lo que suponemos que tendrían que hacer. Presencia estelar para quienes hablan de la llamada generación de cristal. Esa generación que no tiene tolerancia a la frustración, que teme sufrir, que es frágil, que se altera por cualquier cosa que se le diga. En concreto, no existe tal generación. Son categorías berretas que hablan más de la pereza intelectual del mundo científico, de la colonización de categorías low cost de laboratorios de universidades inhóspitas y de la imposibilidad de caracterizar, si es que se puede, a una generación en el mundo, o pongámosle en el mundo occidental. Es todo una patraña. Conozco pibes que darían vuelta como a una media a cualquier adulto del presente en su niñez. Tampoco es cuestión de hablar positivamente de esa generación, categorizarlos positivamente, lo que sería lo mismo con otro color. Una cosa sé. Una buena cantidad sabe decir no y se plantan a la autoridad, a la típica autoridad ideal de una sociedad que ya no existe y que nosotros insistimos en desplegarla, individual, social e institucionalmente. Ya no existe eso, o al menos, existe para nosotros, pero para las nuevas generaciones ya no. La generación de cristal, en todo caso si la hubiera, la generación frágil, la débil, la miedosa, es la de los adultos que criaron a esas personas. Las acusan de ser frágiles, miedosas, hipersensibles, pero esa adultez individual y social las crió. En todo caso, esa adultez es la miedosa y crió a esas personas con miedo a que no sufran, a que no sean afectados negativamente, a que no puedan aceptar un no. Adultos, en todo caso, nosotros somos los miedosos, los que aceptamos cualquier autoridad, los que nos comemos sapos a cada paso, los que hemos dicho sí o hemos callado por miedo, los que construimos esta sociedad canalla, temerosa, donde reina la desconfianza, el sálvese quien pueda, el te piso, la rentabilidad como norte y el me borro si no hay guita. Nosotros, adultos, somos eso que decimos que ellos son. Nosotros, que alguna vez fuimos jóvenes, nos hemos convertido en unos viejos vinagres.
Para mover el esqueleto recordando a Johny Tolengo
¿Qué es Uh, este otra vez?
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