Uno toma por comienzo de la serie el elemento que le plazca, de forma arbitraria. No se sabe bien dónde empieza la cosa. El huevo o la gallina.
En este caso, la inicio en saturación. Todo evento o fenómeno cultural, físico e incluso económico lo tiene. El rock explicitó su etapa de saturación cuando se vio hablando de sí mismo. El tango tuvo lo mismo. Luego, el fenómeno puede reinventarse y seguir su vida, a su modo. La saturación se evidencia como el movimiento de volverse sobre sí mismo. Hay un abarrotamiento de cosas en poco espacio. Una explosión de cosas en un recipiente relativamente chico. El barroco. La agonía de una época explotando sobre sí misma. La política en su discurso puede pasar por lo mismo. La mente. Este newsletter, que empieza a hablar sobre sí mismo en cuanto a cómo se escribe. Porque pasan los días y se acerca el viernes. Pasa por un momento de búsqueda, de inquisición, de positivismo puro. Mente occidental, mente científica. Hay que salir a buscar, a ver debajo de las piedras, a observar el ambiente, a dialogar con personas, a leer libros. Y nada che, no aparece nada. Fase de saturación. El recipiente se llena y no hay válvula de escape. Implosión y nueva etapa. Entonces…
Agotamiento, todo es vacío, no hay sentido, no hay referencia a donde tirar una soga. Mente quemada. Síntoma contemporáneo. La lógica del pirquinero sigue operando, hay que encontrar oro, algo que brille, pero el hardware y el software ya no funcionan. Hay que cambiar de lógica, de paradigma, de cosmovisión, de hemisferio. Entonces…
Entonces… todo se suspende, se suspenden las lógicas temporales, del pensamiento, de buscar el sentido. Se suspende el paradigma. Qué es un paradigma. Aquello sobre lo que no se piensa. Ahora no hay sentido, pero no está más la interpelación de buscarlo, de encontrarlo, de referenciarlo. No hay presión. Estamos flotando, descansando en un agua. Estamos sin demanda, sin deseo. Y entonces…
Satori. Hemos tomado el arco y la flecha. Es irreversible. Empuñamos, el movimiento nos lleva naturalmente. Y cuándo la largamos, ya no decidimos eso. Será cuando arco, flecha y destino decidan. La decisión está en la operación, en la determinación de ese fenómeno, la decisión cae, como la idea de este texto, se nos mete en los huesos, se inyecta en los músculos, tensa las articulaciones, estira la cuerda y la flecha sale. Un movimiento casi imperceptible desde el exterior. Un arte sin artificio. Internamente son unos segundos, acaso un par de minutos. Y entonces…
La flecha cae en el destino. No importa si da en el blanco. Vamos a donde la flecha. Se está allí. Se piensa. Y ahora, mudar de paradigma. Entonces construyo, que es más que producir. Construir implica el destino de habitar, y para ello hay que generar ambientes, espacios, donde ser uno y con otros. Un amparo, hogar común, remanso, querencia, hacia donde galopa el caballo suelto, desenfrenado.
Saturación, agotamiento, suspensión, arte sin artificio y construcción.
La flecha ya salió del arco. No hay que alarmarse.