Las tecnologías digitales que uso. Un día sin usar algún producto de Google, de Windows, de Meta. Hay que escaparse hacia el cerro, al medio del campo. Ni siquiera. Terminás usando el Google maps para orientarte, la cámara del celu para una foto. Salió selfie con el horizonte de fondo. Hacer un pozo y meter la cabeza por un tiempo. Qué difícil.
Las agendas mediáticas, no puedo no enterarme de algo. Nadie puede no hablar de eso. Nos empalan como muñecos de carnaval y nos llevan a la comparsa, de un lado para otro, a puro bombo y platillos. Todos en el corso. Termina la pasada y una nueva agenda, otra vez, te llevan con los pies en el aire. No te dan los pulgares para escrolear, ver reacciones, comentar. Dejame bajar. Imposible. Como brochets hasta el cansancio.
El poder como un fondo, como un paisaje por el que transito sí o sí.
Chateo con Foucault por Whatsapp:
Hilario: Cantame la posta Michel ¿Cómo opera el poder?
Michel: En la edad media, el poder opera desde la negación, en sus múltiples variantes: cortar, negar, expulsar, desterrar, matar. El poder era algo así como un NO. En la modernidad, el poder transmuta a operar principalmente desde positividad. El poder hace o hace hacer. Es performativo. Es producir, moldear, optimizar. El poder como un SÍ.
Hilario: ¿Y en la actualidad?
Michel: El poder opera como mediaciones ineludibles, naturalizadas y casi invisibles. Aquí nos ves. El poder como un entorno, como un no poder. El poder como un NI.
Lo colectivo, lo social, ¿el Estado? Me pregunto. Mediaciones ineludibles, naturalizadas e invisibles. Lo mismo pero distinto. Nuestros ineludibles. Nuestro poco que es tanto. Naturalizarlos es causa de su problema. Se hacen invisibles y nos olvidamos de eso. Eso es tema cerrado, decíamos. Y parece que no estábamos de acuerdo con ese acuerdo. Nos rompieron el consenso. Nos metimos atrás a defender cuando íbamos perdiendo el partido. A la guerra con un escarbadiente, y todo mordido por nosotros.
Estamos en una encerrona. Una posibilidad: un intersticio, un resquicio por donde meter la contra, como el agua, como el aire, que buscan la fisurita. Hay que hacerse finitos para pasar y agrandarse luego.
Del otro lado, los fierros. Los metálicos y los simbólicos. Detectan algo y coordinan rápidamente. La Nueva Internacional. Los reflectores alumbran y a sacudirle con sus ineludibles a nuestros ineludibles. Y nuevamente como muñecos, ensartados para la comparsa. Otra vez. Todos en corso, con máscaras y disfraces, viendo y diciéndolo todo. Nos tiramos espuma en la cara para taparnos los ojos. Hay que prender fuego el rey momo, nos dicen, que está ahí, en el medio de todos, ineludible. No sirve ya, es un lastre. Hay que darle mecha. El carnaval se termina. Luego, la redención, la liberación.
Nos juntamos alrededor del momo. Lo encendemos colectivamente. Las primeras llamas. El viento hace desmadrar la cosa, nos tenemos que alejar de la escena. Los bomberos empiezan a tirarle. Un humo terrible. Se ve el agua bajando por el cordón cuneta. Hay algo de angustia en lo irreversible. Emprendemos la vuelta a las casas, con los ojos llorosos. Andá a saber qué queda después de todo esto. Mañana alguien se encargará.