En unos minutos ya deberían estar llegando para hacerme las curaciones y la limpieza. Al estar todo el día en la cama me tienen que bañar acá mismo y también curarme las heridas que se me hacen. Son úlceras, hongos, ampollas, de todo un poco. Es común cuando uno está internado, en realidad encamado. Al estar la piel siempre en contacto con la tela, se humedece, no puede respirar y sucede. Trato de girar un poco con el cuerpo cada tanto. Apoyarme un poco del lado izquierdo, apoyarme otro tanto del lado derecho. Pero ya casi ni eso hago, porque igualmente me salen úlceras y tienen que curarme, así que es medio al pedo girar. Me quedo de espaldas derechito y ya. Eso me permite tener los brazos liberados y la cara hacia el frente, que es lo que más me interesa. Te digo la verdad, el momento de la curación y la limpieza es el único incordio que tiene esto, porque por lo demás, es muy bueno, realmente.
Hoy mismo cumplo un año que estoy acá, encerrado, encamado, que casualmente se parece a encanado. En mi caso, fue más voluntario el encamamiento, podría decir que lo busqué yo, también un poco empujado por esto que tengo en la mano y que estoy viendo, fue dándose progresivamente hasta que exactamente el día 8 de noviembre de 2023 decidí encamarme y no salir más. Venía hacía tiempo esforzándome para no estar todo el día con esta cosita, tratando de dejarlo en ciertos momentos, no llevarlo a la pieza, al baño, no usarlo mientras comía, no mirar cosas al caminar. Pero realmente me costaba mucho. Además viste que está todo el discurso de no usarlo tanto, que la pantalla, que los ojos, que la memoria, que la vida social y todo eso. Bueno, venía un poco empujado por eso más que por mi voluntad. Pero por suerte pude ir aflojando con esas presiones, y empecé a usarlo en el almuerzo, en la cena, cuando desayunaba. Me lo llevaba a la pieza y era lo último que miraba antes de dormir y lo primero que escuchaba, agarraba y miraba al despertarme. También lo incorporé mientras me bañaba, puse un soporte, tiraba un videito, unos reels y me bañaba tranca. Luego, y esto es lo más importante, logré tener un trabajo desde mi casa, lo que me dio la posibilidad de ya casi no salir y estar buena parte del día con el celular. Por último me metí en las criptomendas, me puse a invertir un poco en esto y aquello y ya definitivamente logré sustentarme sin tener que trabajar, o hablando correctamente, sin tener que dejar el celular para estar con eso que me garantiza el ingreso. Entonces ahí dije ¡listo!. Suelto toda esta presión y me mando a disfrutar de lo que quiero y más me gusta. Mirar el celular, todo el santo día. Y qué mejor lugar que en la cama. Entonces, me metí y ya no me levanté más. Contraté una gente que viene a casa y hace todo.
Por lo que estuve viendo ya es un record, un año encamado mirando el celu. Porque se sabe que hay pibes, por ejemplo en Tokio, que pasan meses y hasta años encerrados en sus cuartos con las compus y celulares, sin hablar con nadie, sin salir. Pero ellos no están en la cama, usan su cuerpo como soporte para moverse. Cagan en el baño. Son principalmente un cuerpo. Yo utilizo mi cuerpo sólo como soporte de los ojos, oídos, los brazos, manos y dedos. Las piernas, columna, etc., ya fueron. En sí, en mi caso hoy en día es un sistema de energía, una especie de generador que me permite hacer lo que quiero. No me importa más que para eso.
Ahora se generó una especie de competencia entre programadores de algoritmos para captar mi atención exclusiva. Compiten para captar mi atención. Pueden saber si estoy usando el algoritmo de uno o de otro, de una empresa o de otra. Y las empresas contratan grupos de programadores de élite, se roban los equipos de trabajo entre las empresas. Dicen que invierten mucho porque es un ensayo novedoso a pequeña escala, con una persona. Algo psicológico y hasta antropológico. Quizá en un futuro sociológico. Pero bueno, con esto que te cuento, no salgo más. Imaginate que ahora está mucho más interesante lo que veo, porque programan para mí, pero no en tanto perfil de persona, para mí individualmente. Trabajan todo el día, gastan millones de dólares compitiendo para entretenerme. Y yo, tirado en la cama. No salgo más.
Y algunos familiares y amistades me dicen, no podés estar así, tenés que salir, tenés que cuidarte, dejar de mirar el celular. Los periodistas también, cuando se hizo famoso mi caso, venían a entrevistarme con ese aire moralista, humanista, y me hacían preguntas que encubrían un reproche, una demanda, para que saliera, para que me cuide. Que el cuerpo, que la salud, que los deportes. Siempre bajando línea, la familia, los amigos, los medios. Me cansaron. Ya no doy más entrevistas. Porque no les importa cómo estoy, qué quiero, qué me hace bien. Yo sé bien lo que me hace bien, esto que estoy haciendo. Mirar el celular. Qué me vienen a juzgar. Quiénes son para juzgarme. Tómensela. Si yo lo único que hago es estar mirando y escuchando cosas en Internet todo el día. No jodo a nadie. Creo que debo ser el humano que menos jode a alguien en todo el mundo. Solo miro y escucho. Vayan ustedes afuera, a eso que llaman vivir, a filmarse, a sacarse fotos y subirlas a las redes, a escribir, a generar contenidos para las plataformas. Yo, desde acá, desde esta cama, los miro tranquilo.