Argentina vs. Alemania. Final del Mundial de Fútbol 2014.
Reclamarle a Rodrigo Palacio que en esa jugada no definió por abajo es injusto. Porque esa decisión se toma en el marco de centésimas de segundos, en un contexto de mucha presión, con múltiples variables de juego que la hacen muy compleja. Es un instante, algo fugaz, con poco margen de error. No hay instancias de debate, idas y vueltas, asesoramientos, foros de consultas. Cualquiera que haya jugado seriamente un deporte, lo sabe. Si Palacio hubiese hecho ese gol definiendo por arriba hoy habría un tatuaje en la pierna de alguien con esa imagen en su honor, habría un mural en algún paredón del conurbano y un sticker pegado en una carpeta de escuela. No cabe tal reclamo. En todo caso, se puede hacer una apreciación del estilo “si definía por abajo, quizá, tenía más probabilidades de que entrara”.
Ahora, a los bifes.
En un contexto de desfinanciamiento educativo y con motivo de un reclamo salarial docente, la UBA decide encauzar su demanda, entre otras acciones, con una serie de productos audiovisuales.
Allí se representan, con cierto grado de humor, docentes desempeñando otros trabajos. Lo hacen bastante bien, pero como tienen tanto conocimiento, no pueden ejercer la acción silenciosamente y ya, sino que verbalmente su conocimiento rebalsa la acción, derrama por sobre la acción laboral lisa y llana. La acción pareciera demasiado simple, pequeña, como para ejecutarla sin que rebalse verbalmente o sin ser explicada mientras se la hace. La UBA, institución educativa pública insignia en términos académicos, de formación de profesionales y producción de conocimiento, decide plasmar en lenguaje audiovisual su reclamo salarial realizando unos spots donde se intenta revalorizar el trabajo docente poniendo en posición de inferioridad y casi denigrante el trabajo de otras personas, concretamente de mozo, telefonista y taxista. A su vez, ridiculiza un poco la figura del docente, que domina un saber que no sabe contextualizarse al momento y reduce sus ámbito natural al aula. En este caso, y a diferencia de Palacio, siento que reclamarle a la UBA es justo. Era por abajo, UBA, no por arriba.
Si pensamos que toda forma de reclamo público, en este caso un reclamo salarial, es una acción política que busca interpelar al poder pero que a su vez intenta interpelar positivamente a otros sectores para ganar volumen social y hacerla más efectiva políticamente es difícil pensar que con ese tipo de mensaje puedan interpelar positivamente a alguien que no sean los propios docentes de la UBA. Somos docentes, no somos mozos, dicen, mientras el mozo les sirve el café, sin azúcar por favor. En este caso, la comunicación, sin enfoque social, sin pensar en las representaciones que proyecta el mensaje, es una cáscara vacía, o peor, es un motor para reproducir las miradas elitistas, sectarias y atomizantes que anidan en ciertos sectores, al parecer en algunas cabezas de la UBA también. Una alternativa: hacer spots de reclamo representando el impacto social positivo de un docente de una universidad pública como la UBA, evidenciando los beneficios que trae para una sociedad una institución pujante, con docentes con salarios dignos, que forman estudiantes que van a ser profesionales con una función social de mejora de la calidad de vida de las personas que habitan este país.
Capaz que era por abajo, UBA, con un enfoque más anclado en el impacto social de tu función, remarcando el valor de un institución que forma profesionales para un país que quiere desarrollarse y vivir mejor. Y justamente en un contexto de profundización de la precariedad de la vida y rifa barata de las riquezas y de los bienes comunes. No era por arriba, con elitismo y sectarismo. La mandaste arriba del travesaño. Optaron por reclamar la suya, con cierto elitismo y tono despectivo, pero con humor, hacia otros trabajadores. Qué difícil defender lo nuestro cuando ustedes no quieren se parte del nosotros. Sólo espero que esa decisión no haya tenido el aval de un grupo representativo del cuerpo docente, porque el producto tendría más legitimidad y así sería mayor la decepción. No tengo vocación periodística, ni tampoco este artículo tiene aspiraciones de investigación, así que no averigüé quién lo elaboró y cómo fue el asunto. Me tomo la licencia de hacer ficción sobre cómo fue el proceso:
Imagino que se reunieron, pensaron una idea, o quizá delegaron la seria tarea del pensamiento y la conceptualización del reclamo en genios de la publicidad que contrataron. Y luego pensaron la estética, hicieron el casting, buscaron las locaciones, armaron los guiones, filmaron, editaron, montaron. Luego, calculo que en un desayuno compartido, habrán visto los spots. Luego los validaron y los difundieron. O sea, tuvieron tiempo, instancias de debate, oportunidades de pensar, explorar otras miradas, reflexionar sobre la decisión, repensar el mensaje. No como el pobre de Palacio, que venía en velocidad, con la pelota a los saltos y con el matungo de Neuer viniéndole de frente.