Las manos y el tiempo
En poco tiempo tuve dos situaciones: en un lugar era el más viejo y en otro lugar el más joven
Sus manos
En la biblioteca popular del pueblo una persona toca la guitarra, otra el bombo. Entre ellas y yo una señora sentada, mirando también, de espaldas a mí. Una vieja, encorvadita. Un calzado mezcla de zapato y zapatillas, que solo se encuentran en esos lugares de ropa para viejos, que irónicamente cada vez gustan más. Jogging gris oscuro y un suéter de hilo no muy abrigado, rojo, con franjas verticales. De atrás se ve peinada, con remolinito en la nuca y el pelo con un teñido como yéndose. La veo mientras escucho una cueca cuyana, veo su mano arrugada, con venas, con algún anillo que otro y una servilleta de papel usada; con el canto apoyado, la manito sigue el ritmo de la cueca golpeando la mesa, y ahí una daga entra en mi garganta, qué estoy viendo. Es mi tía abuela, la tía negra. Es ella. Estamos en la misma biblioteca, ya la cueca terminó y suena un chamamé. Sigue la mano moviéndose. Estoy a menos de un metro. Cada tanto habla con una señora a su izquierda pero no alcanza a girar lo suficiente como para que yo vea su rostro. Pero es ella. No la quiero molestar. Seco una lágrima antes de que caiga. Termina el chamamé y arranca un valsecito. La tía negra sigue ahí, acá nomás, la sacaría a bailar, pero mejor no la molesto, que siga moviendo su manito.
Mis manos
La señora mueve las manos, arrugaditas, y hay otras manos también, de viejitos que se han acercado a escuchar la música a la biblioteca popular del pueblo, prolijitos los viejos, con ropa perfumada, raya marcada en el pantalón y calzado nuevo, cómo no se les gastan ¿Seré así?, ¿querré ser así? Ver mi mano arrugada con venitas rojas, todavía no, pero quizá sí. Bañarme, ponerme mi ropita, perfumarme y salir con la viejita a escuchar música, y mover la mano con una servilleta de papel entre mis dedos. Comerme una empanada y mirar nucas y perfiles de gente mientras escucho la musiquita. Y volverme a la casa, para dormir con el frío. La muerte ya es material, pero qué rica la empanada y qué musiquita me he escuchado esta noche.
Los polos del tiempo
En poco tiempo tuve dos situaciones: en un lugar era el más viejo (entrenamiento de vóley) y en otro lugar el más joven (biblioteca popular donde tocaban música en vivo). Ambas situaciones confluyeron en un pensamiento acerca de la edad, sobre cómo me veo, cómo me ven y llegué a la conclusión de que jamás experimenté tamaña dislocación entre la percepción subjetiva y la social ¿Se irá incrementando? Para colmo, trabajar en una escuela secundaria ratifica y acrecienta esa diferencia. Me veo o más bien me siento joven, no por lo físico ni por mi aspecto, sino meramente por mi mentalidad o lo que pienso que es mi mentalidad; quizá mi percepción está desfasada, pienso que soy joven pero en realidad es solo un recuerdo, no es un pensamiento en presente sino un recuerdo disfrazado de pensamiento que me hace creer que soy joven, ese loquito que no le importaba nada, que tenía cuerda por delante, que podía perder el tiempo. Bueno, no es así.
En la siguiente entrega ahondaremos sobre eso.
Por lo pronto, les comparto dos canciones que envuelven esta entrega.
Pisando nubes
De pandorga y miel