Escena 1. Las Flores
Verano, pileta Los Olivos. La jornada de tarde se pasa entre fútbol en el playón, beach voley, ping pong, partido de bochas y entre cada uno de dichos quehaceres, una metidita en la pileta. Sentado en el borde, charlando, se apersona un viento que trae olor a tierra mojada. Levanto la vista y se ve la tormenta que asoma por la medianera alta de ligustrina que hace de límite. Es la tormenta de verano, que viene surfeando desde el sudoeste. Avisa, pero da poco tiempo. Uno está metido en sus cosas de verano adolescente y la tormenta viene a terminar las cosas. Una tormenta en ese contexto y a esa edad. Dos opciones se barajan, con igual resultado final: agarrar la bici y salir rápido a casa; o quedarnos en el salón, a esperar que pase. Opción dos. Varias personas deciden eso, principalmente quienes no andan en auto. El salón se llena. La tormenta llega y muestra su potencia en viento y agua. Una vez que pasa, todo mojado, difícil retomar la actividad. La tarde ha terminado. Una tormenta es el fin de algo.
Escena 2. Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Me encuentro trabajando en la Universidad de Palermo, Mario Bravo 1050. Quinto piso, visibilidad hacia el este. Se oscurece el día, comienza el viento y rápidamente cae la lluvia, relámpagos, truenos. Todo se desata rápidamente. Entre edificios, la tormenta se me aparece como algo repentino. Se crea mágicamente y se desata. No hay proceso. Una canilla que se abrió. Hay descarga de agua. El viento rebotando en los edificios. Los árboles a los codazos en lo alto. La gente de la vereda comienza a desplazarse de a pasos largos en punta de pie, pisa baldosas flojas y se moja desde abajo, el colectivo se acerca al cordón cuneta y levanta una ola que golpea contra los caminantes. Brotan puteadas desde las bocas de tormenta. Todos desprevenidos. Nadie lo sabía, bajó del cielo, no vino desplazándose. No pude olfatearla, no pude anticiparla, nadie pudo decir “mirá la tormenta que se viene”. Deja de llover. Alguien cerró la canilla repentinamente. Una tormenta es algo que aparece, inadvertido, hace lo suyo y se va. Nada para, nada comienza.
Escena 3. Saldungaray
Mirada hacia las sierras. Está viniendo. Si logra pasarlas estará acá. Se ve venir, se ve tierra volando en el campo, se empieza a oler algo distinto, se percibe en la luz. Hay movimiento en el aire, vuelos apurados de pájaros. Todos nos empezamos a acomodar. Se comienza a pensar en la potencia del agua y del viento. No pareciera muy extensa porque el sol, que está escondiéndose, cuela su luz desde abajo y llena de rozado el ambiente. Está viniendo una tormenta. Es un proceder paulatino, que se arrima de a poco. Una frazada cayendo sobre nosotros. Con la tormenta se va conviviendo en el transcurrir del día, deja acomodarse para cerrar algo y comenzar otra cosa. La tormenta es un proceso que inicia algo.
En qué momento de la tormenta estamos. Qué sentido le asignamos. Seremos quienes la reciben o seremos la tormenta.
Uh, este otra vez…
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¿Quién lo escribe?
Hilario Capeans.