Un charla con Roberto
Voy caminando a comprar algo al mercado. El cuerpo pide carbohidratos. Unas palmeritas, unos fosforitos, unas pepitas. Un cuarto, medio kilo. Meté todo en la misma bolsa, le diré a quien atienda.
Casi al llegar sale del local con los pancitos.
- Los carbohidratos, ¿no?
- Sí, me tienen atado. No puedo salir de ahí. - Me excusé.
- No te flageles tanto. Lamento decirte que no serás libre saliendo de los carbohidratos. Seguí tus deseos, pero no vas a ser libre. Vos no elegís tus deseos.
- Entonces puedo intentar suspender los deseos. - dije en modo budista.
Arrancó una colita de miñón, le dio un mordiscón y me dijo masticando.
- Eso, mi amigo, ya es un deseo.
La serenidad
Yupanqui y Borges tienen un punto en común: la serenidad. Ambos la buscaban y creo la encontraron. Desestimaban conceptos como felicidad y libertad. La serenidad la encontraban menos abstracta, más identificable en el cuerpo, más perceptible con los sentidos, al alcance de la mano, en un planta, una lectura, una charla, en un mirar, en un escuchar, en un silencio.
Contigüidad de los puercos
Soy un muerto, soy un cuerpo, soy un puerco y un por qué, soy pregunta, un porcentaje, un salvaje y engranaje, soy un diente, soy demente, soy conciente y soy paciente. Soy solemne, soy un ente, soy caliente y siempre tacho, soy lo chato, soy relieve, soy montaña, soy antaño, ermitaño, hago daño y siembro dudas, como mierda y cago frutas, soy muy sano, soy la muerte, nunca muero donde vivo, siempre mato, nunca miro. Soy un ciego, no hago ruido, voy tanteando, como vidrio. Vivo mucho, vibro poco, copo el mundo con muy poco. Soy un hosco, un tanto tosco, soy el dorso de mi vida, doy eso, no espero eso, soy deseo y nunca eso. Soy un punto y una coma, soy desliz y paradigma. Soy la frase del farsante, soy futuro y huelo a antes. Soy violencia, soy mal visto, soy la punta del no existo. No comienzo y finalizo. Soy estigma, soy tu ira, soy la cosa que te mira, soy tu envidia y soy muy poco, soy el odio de tu día, soy la excusa, soy la falla, soy la muestra del sistema. Sos yo y soy vos, sos tu cama derruida, doy la vida si no hay muerte, soy recuerdo sin presente. Soy promesa sin apuesta, soy la puesta de un sol solo. Soy el mar que te recibe, soy el mal que te recibe. Soy la paz en tu neblina, soy peligro en tu buen día. Soy el ave en pleno vuelo, soy el velo, soy mentira. Soy la mina en lo profundo, soy el aire que escasea, soy tu pájaro moribundo en el mundo que se cierra. El espejo que se quiebra soy a veces en tus sueños, soy la luz que abre tus ojos, soy el fin que te desvela.
Con MAYÚSCULA y subrayado
Sentado alrededor de una mesa con distintas personas, intercambiando opiniones y pareceres. Percibo que al iniciarse los diversos temas, una de ellas no escatima en su impaciencia para hablar sobre sí misma. Lo hace con MAYÚSCULAS y subrayado. Enfatiza al hablar de sí. Un énfasis desmedido de su YO y de su lucha por tener razón, quizás interpretando que sus elecciones de consumo sobre una salsa, de un programa de televisión o serie, reportan un hito trascendental en el desarrollo histórico de la humanidad. La dinámica consta de adjudicarse la razón por el sólo hecho de ser alguien. Poco queda agregar a esas opiniones, o mejor dicho acotaciones, las cuales tienden a cercenar cualquier tipo de intercambio fructífero y sugestivo. En sí, un malabárico artilugio de YOS. Yo esto, yo lo otro, yo ni loco esto, yo ni loco lo otro, YO NI LOCO YO.
En ese momento recordé una frase de un amigo: “Disfruto tener discusiones con personas que no quieren tener la razón, casi siempre terminan convenciéndome”.
Uh, este otra vez
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¿Quién lo escribe?
Hilario Capeans.