Una charla con Roberto
Voy caminando a comprar algo al mercado. El cuerpo pide carbohidratos. Unas palmeritas, unos fosforitos, unas pepitas. Un cuarto, medio kilo. Meté todo en la misma bolsa, le diré a quien atienda.
Casi al llegar sale del local con los pancitos.
- Los carbohidratos, ¿no?
- Sí, me tienen atado. No puedo salir de ahí. - Me excusé.
- No te flageles tanto. Lamento decirte que no serás libre saliendo de los carbohidratos. Seguí tus deseos, pero no vas a ser libre. Vos no elegís tus deseos.
- Entonces puedo intentar suspender los deseos. - dije en modo budista.
Arrancó una colita de miñón, le dio un mordiscón y me dijo masticando.
- Eso, mi amigo, ya es un deseo.